En el Antiguo Testamento la palabra “fe” aparece sólo tres veces en:
Números: 35:30
Cualquiera que diere muerte a alguno, por dicho de testigos morirá el homicida; mas un solo testigo no hará fe contra una persona para que muera.
Isaías: 57:11
¿Y de quién te asustaste y temiste, que has faltado a la fe, y no te has acordado de mí, ni te vino al pensamiento? ¿No he guardado silencio desde tiempos antiguos, y nunca me has temido?
Habacuc: 2:4
He aquí que aquel cuya alma no es recta, se enorgullece; mas el justo por su fe vivirá.
Pero el hecho de que se use pocas veces el término no debe hacernos pensar que el Antiguo Testamento asigna poca importancia a la fe, ya que la idea, si no la palabra, es frecuente, y generalmente se expresa por medio de verbos como “creer”, “confiar” o “tener esperanza”, términos que encontramos en gran cantidad.
Por ejemplo:
Salmos: 26:1
“Júzgame, oh Jehová, porque yo en mi integridad he andado; he confiado asimismo en Jehová sin titubear.”
A menudo se dice que según el Antiguo Testamento el hombre debe salvarse mediante sus obras, pero este pasaje pone las cosas en su justa perspectiva.
El Salmista, por cierto, se refiere a su “integridad”, pero esto no quiere decir que confía en sí mismo o en sus obras. Su confianza ha sido depositada en Dios, y su “integridad” es la prueba de su confianza en él.
Debemos mencionar especialmente a Abraham. Toda su vida manifiesta un espíritu de confianza, de una profunda fe. Se dice de él que “creyó a Jehová, y le fue contado por justicia’ (Gn. 15.6)
En el Nuevo Testamento. La fe ocupa un lugar sumamente prominente en el Nuevo Testamento. El sustantivo griego pistis y el verbo pisteuoµ aparecen más de 240 veces, mientras que el adjetivo pistos aparece 67 veces.
A menudo al verbo pisteuoµ sigue el vocablo “que”, lo que indica que la fe está relacionada con los hechos, aunque esto no es todo. Santiago nos dice que los demonios creen “que Dios es uno”, pero esa “fe” no les aprovecha (Stg. 2.19).
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