¿Dios Aprobó el Exterminio de Humanos?
Los incrédulos han sido especialmente críticos de las descripciones bíblicas de Dios ordenando la ejecución de poblaciones enteras – incluyendo mujeres y niños – durante la conquista israelita de Canaán. Es afirmado que el Dios de
En primer lugar, en el decálogo que fue dado a los israelitas, el mandamiento, “no matarás” (Exodo 20:13) indudablemente se refería al asesinato. En otras palabras, el Antiguo Pacto dado a los judíos prohibía el tomar la ley en sus propias manos y asesinar al prójimo. Obviamente
Efectivamente, la ley misma hizo provisión para implementar la pena de muerte en al menos seis casos (véase Miller, 2002). Pero estas cláusulas demandaban ejecución judicial basada en el debido proceso – no asesinato (así como existe en nuestra propia sociedad). Levítico 24:17 en la versión Dios Habla Hoy (“El que le quite la vida a otra persona, será condenado a muerte”) aclara este punto. El pasaje prohibe quitar la vida por parte de individuos que estén actuando sin la autoridad legal – lo cual, por sí mismo, traía la pena de muerte.
Ambos, el asesinato y la pena de muerte están en el mismo versículo, verificando la necesidad de hacer distinción entre los dos. Dios mismo implementó la pena de muerte directamente sobre varias persona a través de la historia de la humanidad (como es evidenciado en la lista de 1 Samuel 6:19), y requirió que otros lo hicieran (como en 1 Samuel 15).
En segundo lugar, si el crítico se tomara el tiempo para estudiar
Posee Sus atributos hasta un grado perfecto, y cada atributo existe en balance perfecto y sincronización con todos los otros atributos – una combinación perfecta. Por tanto, El es perfecto en justicia, amor e ira. Tal como la condenación final de los pecadores por parte de Dios al castigo eterno será justa y apropiada (Mat. 13:41-42; 25:41), así este juicio temporal de las personas malvadas en el Antiguo Testamento es ética y justa. Los seres humanos no tienen una idea exacta sobre la gravedad del pecado y la naturaleza deplorable del mal y la impiedad. El sentimentalismo humano es difícilmente una vara de medida calificada para la verdad divina y la realidad espiritual.
Irónicamente, el incrédulo, el agnóstico, el escéptico, y el liberal intentan poner en tela de juicio la conducta ética de Dios, cuando, si su posición es correcta, no hay tal cosa como una norma autorizada, absoluta, objetiva por medio de la cual declarar algo como correcto o incorrecto.
Como el filósofo existencialista francés, Jean Paul Sarte, admitió: si no existe Dios, todo es permitido. De ninguna manera el ateo y el agnóstico tienen estrado en el cual mantenerse de pie para hacer la distinción ética o moral – excepto como resultado de lo subjetivo, de la preferencia puramente personal. La misma circunstancia que conceden a la existencia del mal objetivo es una concesión inconsciente de que hay un Dios Quien ha establecido un armazón absoluto de certeza moral.
La verdad del asunto es que los cananeos, a quien al pueblo de Dios se le mandó destruir, fueron destruidos por su propia maldad (Deuteronomio 9:4; 18:9-12; Lev. 18:24-25,27-28). La cultura y religión cananea en el segundo milenio A.C., estaba contaminada, era corrupta, e increíblemente pervertida. Sin duda las personas estaban físicamente enfermas por su conducta ilícita. Simplemente no había solución viable a su condición excepto la destrucción. Su depravación moral se “llenó” (Gén. 15:16). Había caído verticalmente a tal estado inmoralidad y depravación, sin ninguna esperanza de recuperación, que su existencia en la tierra tenía que ser terminada.
Una situación difícil similar existió en los días de Noé cuando Dios esperó mientras Noé predicó por años pero no fue capaz de apartar a la población mundial de su impiedad (Gén. 6:3,5-7; 1 Ped. 3:20; 2 Ped. 3:5-9). Incluyendo a los niños en la destrucción de tales poblaciones realmente los guardó de una condición peor – la de ser criados tan impíos como sus padres, y por consiguiente enfrentar el castigo eterno.
Todas las personas que mueren en la infancia, acorde a
Aquellos que están en desacuerdo con la aniquilación de los impíos por parte de Dios en el Antiguo Testamento tienen la misma actitud liberal que ha prevalecido en la sociedad durante los últimos cuarenta años. Esa actitud típicamente se ha opuesto a la pena capital como también al castigo físico de los hijos.
Tal persona simplemente no puede ver la justicia de los malhechores siendo castigados por medio de la ejecución o del castigo físico. Esta visión aberrante ha resultado en el resto de la sociedad siendo obligada a vivir con el resultado de tal pensamiento sesgado, eso es, hijos indisciplinados, fuera de control, que llegan a la edad adulta y inflingen estragos en la sociedad por medio de cometer crímenes – crímenes que han llegado a los altos niveles de todos los tiempos.
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