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PASTOR JOSE VILLARREAL












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31 de enero de 2010

Dificultades Biblicas: “Invocando el Nombre del Señor”


“Invocando el Nombre del Señor”
– Mat. 7:21; Luc. 6:46; Hch. 2:21; Rom. 10:13 –

Salvo

No Salvo

21Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.

Hch. 2:21
(Cfr. Rom. 10:13; Joel 2:32).

21No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.

Mat. 7:21
(Cfr. Luc. 6:46)

Considerando cuantas personas en la cristiandad enseñan que un individuo puede ser salvo meramente por confesar creer en Cristo, no es de sorprenderse que los incrédulos afirmen que la Biblia se contradice a sí misma en este respecto. Aunque Pedro declaró, “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo” (Hch. 2:21; Rom. 10:13; cfr. Joel 2:32), los incrédulos rápidamente le recuerdan a sus lectores que Jesús dijo una vez: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mat. 7:21; cfr. Lucas 6:46).

Supuestamente, Mateo 7:21 choca con tales pasajes como Hechos 2:21 y Romanos 10:13 (véase Morgan, 2003; Wells, 2001). Puesto que muchos declarados cristianos parecen igualar “invocar el nombre del Señor” con la idea de decir a Jesús, “Señor, sálvame”, los críticos de la Biblia se sienten aún mas justificados en su pronunciamiento de “testimonios contradictorios”. ¿Cómo pueden afirmar ciertos declarados seguidores de Cristo que fueron salvos por meramente “llamar a Cristo”, cuando Cristo mismo proclamó que un mero invocarlo no salvará a una persona?

La clave para entender correctamente la frase “invocar el nombre del Señor”, es reconocer que algo mas está involucrado en esta acción que una simple petición verbal dirigida a Dios. El “invocar” mencionado en Hechos 2:21; Rom. 10:13; y Hch. 22:16 (donde Pablo estuvo “invocando el nombre del Señor”) no es igualado con el “llamar” (“Señor, Señor”) del cual Jesús habló en el Sermón del Monte (Mat. 7:21).

Primero, es apropiado mencionar que aun en los tiempos modernos, “invocar” a alguien frecuentemente significa mas que simplemente hacer una solicitud de algo. Cuando un doctor va al hospital para “llamar” a algunos pacientes, simplemente no camina dentro del cuarto y dice, “Solamente quería venir y decir, ‘Hola’. Le deseo lo mejor.

Ahora págueme”. Al contrario, se involucra a sí mismo en un servicio. Examina al paciente, escucha las preocupaciones del paciente, le da instrucciones adicionales con respecto a la esperanza del paciente de recuperarse, y luego, en algunas ocasiones, prescribe medicamentos. Todos estos elementos pueden estar involucrados en un doctor “invocando” a un paciente.

En la mitad del siglo veinte, fue común para los jóvenes “invocar” a las señoritas. Nuevamente, esta expresión significa algo diferente que solo “hacer una solicitud” (Brown, 1976, Pág. 5).

Segundo, cuando un individuo se toma el tiempo para estudiar cómo es usada la expresión “invocando a Dios” a través de la Escritura, la única conclusión razonable que se obtiene es que, exactamente como frases similares algunas veces tienen un profundo significado en la América moderna, la expresión “invocar a Dios” a menudo tuvo un profundo significado en los tiempos bíblicos.

Por ejemplo, tome la declaración de Pablo registrada en Hechos 25:11 – “A César apelo”. La palabra “apelar” (epikaolumai) es la misma palabra traducida “invocar” (o “llamar” en Hechos 2:21; 22:16, y Rom. 10:13. Pero, Pablo simplemente no estaba diciendo, “Invoco a César para que me salve”. Como anotó James Bales:

Pablo, en su apelación a César, estaba reclamando el derecho de un ciudadano romano a tener su caso juzgado por César. Estaba pidiendo que su caso fuera transferido a la corte de César y que César escuchara y dictara juicio sobre su caso. Al hacerlo así, indicó que estaba confiando su caso al juicio de César.

Para que esto se hiciera Pablo tuvo que someterse a cualquier cosa que fuera necesaria a fin de que su caso fuera traído ante César. Tuvo que someterse a los soldados romanos que lo llevaron a Roma. Tuvo que someterse a cualquier formalidad o procedimiento que César demandó de aquellos que vinieron ante él. Todo esto estuvo involucrado en su apelación a César (1960; Pág. 81-82).

Pablo “invocando” a César involucró su sumisión a él. “Eso, en pocas palabras”, escribió T. Pierce Brown, “es lo que ‘involucra el invocar al Señor’” – obediencia (1976, Pág. 5). No es un mero reconocimiento verbal de Dios, o una petición verbal a El. Aquellos a quienes Pablo (antes de su conversión a Cristo) buscó prender en Damasco (Hch. 9:14) – cristianos que fueron descritos como personas que “invocan tu nombre” – no eran personas que meramente oraban a Dios, sino aquellos que estaban sirviendo al Señor, y quienes, por su obediencia, se estaban sometiendo a sí mismos a Su autoridad (cfr. Mat. 28:18). Es interesante ver que Sofonías 3:9 enlaza el “invocar” de uno con su “servicio”: “En aquel tiempo devolveré yo a los pueblos pureza de labios, para que todos invoquen el nombre de Jehová, para que le sirvan de común consentimiento”. Cuando una persona se somete a la voluntad de Dios, ciertamente puede ser descrito como “invocando al Señor”. Hechos 2:21 y Romanos 10:13 (entre otros pasajes) no contradice Mateo 7:21, porque “invocar al Señor” conlleva mas que meramente suplicarle por la salvación; involucra someterse a la voluntad de Dios. Acorde a Colosenses 3:17 cada acto que un cristiano realice (sea de palabra o de hecho) deberá ser llevado a cabo por la autoridad de Cristo. Para un no cristiano recibiendo la salvación esto no es diferente.

Para obtener la salvación, una persona debe someterse a la autoridad del Señor. Esto es lo que están enseñando los pasajes en Hechos 2:21 y Romanos 10:13; es estar dispuestos a ir a otros lugares en el Nuevo Testamento para aprender cómo invocar el nombre del Señor.

Después que Pedro citó la profecía de Joel, y dijo a aquellos en Jerusalén que “todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo” (Hch. 2:21), les dijo cómo hacer este “invocar el nombre del Señor”. Las personas en la audiencia en Hechos 2 no entendieron que la cita que Pedro hizo de Joel estuviera diciendo que un pecador aun no hijo de Dios debía orarle a Dios por la salvación.

[La pregunta de ellos en Hechos 2:37 (“Varones hermanos, ¿qué haremos?”) así lo indica]. Además, cuando Pedro respondió a su pregunta, y les dijo que hacer para ser salvos, no les contestó, “Ya les he dicho qué hacer. Ustedes pueden ser salvos por medio de solicitarle a Dios la salvación a través de la oración. Solamente invoquen Su nombre”. Al contrario, Pedro tuvo que explicarles que significaba “invocar el nombre del Señor”. En lugar de repetir esta declaración cuando la multitud buscó orientación adicional de los apóstoles, Pedro les mandó, diciendo, “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados” (Hch. 2:38). Nótese el paralelo entre Hechos 2:21 y 2:38.

Hechos 2:21

Todo aquel

Que invocare

El nombre
del Señor

Será salvo

Hechos 2:38

Cada uno
de vosotros

Arrepentíos y
bauticese

En el
nombre de
Jesucristo

Para perdón
de los
pecados

Los oyentes de Pedro – no cristianos – entendieron que “invocar el nombre del Señor para salvación” era igual a obedecer al evangelio, lo que hicieron aproximadamente 3.000 ese mismo día por medio de arrepentirse de sus pecados y siendo bautizados en Cristo (Hch. 2:38,41).

Pero ¿qué acerca de Romanos 10:13? ¿Qué es el “invocar” mencionado en este versículo? Nótese Romanos 10:11-15 —

11Pues la Escritura dice: Todo aquel que en él creyere, no será avergonzado. 12Porque no hay diferencia entre judío y griego, pues el mismo que es Señor de todos, es rico para con todos los que le invocan; 13porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo. 14¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído?

¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? 15¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!

Aunque este pasaje no define precisamente lo que se quiere decir por “invocar el nombre del Señor”, si indica que un pecador aun no hijo de Dios no puede “invocar” hasta después que haya oído la Palabra de Dios y la haya creído. Lo tal es lo que Pablo quiso decir con las preguntad de retórica: “¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído?” Las declaraciones de Pablo en este pasaje son consistentes con las proclamaciones de Pedro en Hechos 2. Fue solamente después de que la multitud en Pentecostés creyó en el Cristo resucitado a quien Pedro predicaba (como es evidente por su “corazón compungido”, y su subsecuente pregunta, “Varones, hermanos, ¿qué haremos?”) que Pedro les dijo que invocaran el nombre del Señor y serían salvos (2:38).

Quizás la descripción más clara de lo que significa para un pecador aún no hijo de Dios el “invocar el nombre del Señor” se encuentra en Hechos 22. A medida que Pablo se dirigía a la multitud en Jerusalén, habló de su encuentro con el Señor, a Quien le preguntó, “¿Qué haré, Señor?” (Hch. 22:10; cfr. 9:6). La respuesta que Jesús le dio en ese momento no fue “invoca el nombre del Señor”. En lugar de eso, Jesús le dijo “Levántate, y ve a Damasco, y allí se te dirá todo lo que está ordenado que hagas” (Hch. 22:10). Pablo (o Saulo – Hch. 13:9) reveló su creencia en Jesús mientras iba a la ciudad y esperaba por las instrucciones. En Hechos 9, aprendemos que durante los próximos tres días, mientras estaba esperando reunirse con Ananías, Pablo ayunó y oró (v.9,11). Aunque alguien hoy día podría considerar lo que Pablo estaba haciendo como “invocar el nombre del Señor”, Ananías, el mensajero escogido de Dios para Pablo, no lo pensó así. No le dijo a Pablo, “Veo que ya has invocado a Dios.

Tus pecados están perdonados”. Después de tres días de ayuno y oración, Pablo aún estaba perdido en sus pecados. Aún cuando obviamente creyó hasta este punto, y le había orado a Dios, aún tenía que “invocar el nombre del Señor” para salvación. Cuando finalmente Ananías vino a Pablo, le dijo: “Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre” (Hch. 22:16).

Ananías sabía que Pablo aún no había “invocado el nombre del Señor”, exactamente como Pedro sabía que aquellos en Pentecostés no lo habían hecho así antes de su mandamiento de “arrepentirse y ser bautizados”.

De esta manera, Ananías instruyó a Pablo a “ser bautizado, y lavar sus pecados”. El participio de la frase, “invocando su nombre”, describe lo que Pablo estaba haciendo cuando fue bautizado para el perdón de sus pecados. Todos los no cristianos que deseen “invocar el nombre del Señor” para ser salvos, no lo hacen por medio de gritar o exclamar, diciendo, “Señor, Señor” (cfr. Mat. 7:21), o por meramente dirigir una oración a Dios (por ej., Pablo - Hch. 9:22; cfr. Rom. 10:13-14), sino por medio de obedecer las instrucciones de Dios de “arrepentíos y bautícese ... en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados” (Hch. 2:38).

Esto no es para decir que el arrepentimiento y el bautismo siempre han sido (o siempre lo son hoy día) sinónimos con “invocar el nombre del Señor”. Abraham no fue bautizado cuando “invocó el nombre de Jehová” (Gén. 12:8; cfr. 4:26), porque el bautismo no era una demanda de Dios antes de los tiempos del Nuevo Testamento. Y, como mencioné al principio, cuando el Nuevo Testamento describe a las personas que ya son cristianas como “invocando el nombre del Señor” (Hch. 9:14,21; 1 Cor. 1:2), obviamente no quiere decir que los cristianos estaban siendo bautizados continuamente para el perdón de sus pecados después de haber sido bautizados para convertirse en cristianos (cfr. 1 Jn. 1:5-10). Dependiendo de cuando y donde es usada la frase, “invocar el nombre del Señor” incluye: (1) obediencia al plan de salvación del evangelio; (2) adorar a Dios; y (3) servicio fiel al Señor (Bates, 1919, Pág. 5). No obstante, nunca es usado en el sentido de que todos los pecadores aún no hijos de Dios para ser salvos tienen que gritar y decir, “Señor, Señor, sálvame”.

De esta manera, el alegato del incrédulo de que Mateo 7:21 contradice Hechos 2:21 y Romanos 10:13 no está confirmado. Y el declarado cristiano que enseña que todo lo que uno debe hacer para ser salvo nada más es decir la oración del pecador, está en error.

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